Hoy en Data Urbana recorremos estos espacios de comercialización que acercan alimentos saludables, de la chacra a la mesa de los posadeños.
Las Ferias Francas llevan 26 años promoviendo la agricultura familiar y la producción agroecológica en Posadas. El 5 de septiembre de 1998 comenzó a funcionar la primera de ellas en el populoso barrio de Villa Cabello, y desde entonces no han parado de crecer. Hoy, estos espacios se encuentran distribuidas en 25 sedes, con más de 400 productores provenientes de toda la provincia.
Aliadas en la compra: Desde carnes y pescados hasta frutas, verduras, lácteos y panificados son algunas de las opciones disponibles en los distintos puestos. Además de ofrecer atención personalizada, los feriantes cuentan con medios de cobro electrónicos, lo que facilita el acceso a sus productos. A esta oferta se suman las creaciones de los artesanos locales, contribuyendo al fortalecimiento de la economía social.
Es importante destacar que la primera Feria Franca de la provincia se asentó en Oberá. Corría el año 1995 cuando, gracias a una iniciativa del Movimiento Agrario Misionero, el Programa Social Agropecuario (PSA), la Municipalidad local, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el acompañamiento de la Iglesia Católica, se impulsaron nuevas estrategias para fomentar la producción primaria. Este modelo fue una réplica de lo que ya se estaba llevando a cabo en la localidad brasileña de Santa Rosa.
Alternativa saludable y económica: Con el tiempo, las Ferias Francas han experimentado un crecimiento significativo, consolidando el paradigma de la alimentación saludable y la producción sustentable. El fortalecimiento de estas políticas ha sido respaldado tanto por el gobierno provincial como por la Municipalidad, ya que los feriantes están exentos del pago de impuestos y reciben asistencia técnica y capacitación de manera constante.
Esta experiencia ha permitido la creación de un entramado institucional sólido y ha configurado un modelo de producción y distribución único. El intercambio directo entre productores y consumidores no solo favorece la economía local, sino que también impulsa el consumo de productos autóctonos, apoya a las familias agricultoras y fortalece la identidad cultural de la región a través de los sabores y platos típicos locales.