Hoy en Data Urbana te contamos sobre el evento que tiene décadas. Entre acordes, palabras y danzas, la fuerza de la tierra colorada se encuentran durante cuatro noches mágicas.
El Festival de la Música del Litoral y del Mercosur nacido en noviembre de 1963 bajo el nombre del Festival de la Música Litoraleña, es mucho más que una fiesta, es un latido constante de la región. Su historia comienza con un grupo de artistas misioneros que al regresar de su participación del Festival Nacional del Folclore de Cosquín, en Córdoba, se encontraron con un vacío: su música, esa que rezonaba con las aguas del río Paraná y los ritmos litoraleños, no encontraba cabida en los grandes festivales nacionales. Fue en ese regreso, mientras hacían el camino de vuelta a Posadas, cuando surgió una idea poderosa: crear su propio festival, uno que hablara de su tierra, de su gente y sus raíces.
Así, la iniciativa tomó forma gracias al compromiso de figuras como Lucas Braulio Areco, funcionario de la Dirección de Cultura de la provincia, y Adhemar Ghali, un trabajador cultural de la época. Fue entonces que, el Anfiteatro Manuel Antonio Ramírez, recientemente inaugurado, se convirtió en el escenario de un sueño y de un trabajo colectivo. En noviembre de 1963, la primera edición del Festival que se alzó como un acto de resistencia cultural, un encuentro donde la música del litoral, que hasta entonces parecía invisible por muchos, encontró su lugar en el corazón de todos. Aquella primera fiesta popular del nordeste argentino no solo celebró el arte y la cultura sino que también construyó un puente entre las provincias de la región y los países vecinos, unidos por el amor a la música y la tradición.
Lo que comenzó como una fiesta con entrada gratuita, pronto se consolidó como un ícono cultural sin precedentes. Artistas del litoral, sin pedir honorarios, se sumaron a esta celebración, movidos por el compromiso y compañerismo. No había protagonismo, solo la fuerza de la Música, que surge de las entrañas de la tierra colorada. Aquellos primera años fueron testigos de la magia que sucede cuando el amor y la pasión por la cultura se encuentran en un escenario compartido. Sin embargo, por temas administrativos algunas ediciones no se llevaron a cabo. No obstante, desde 1996, se desarrolla sin interrupciones.
A lo largo de seis décadas, el Festival del Litoral ha vivido múltiples transformaciones, pero siempre ha conservado su esencia esa que lo hace único y auténtico. Hoy en día es un evento multifacético, un crisol donde la música, la danza, la reflexión intelectual y la tradición artesanal, se funden en un mismo espacio. El Anfiteatro Manuel Antonio Ramírez, con el majestuoso río Paraná como escenario natural, sigue siendo el epicentro de este valuarte posadeño. Asimismo, vale mencionar otros componentes: la Feria de Artesanos, el Simposio del Litoral, y con el devenir de los años, la Peña. Todos ellos han logrado expandir la propuesta, creando un universo cultural en el que las diferentes expresiones artísticas dialogando.
La Feria Artesanal, donde los trabajadores exponen sus obras como un pequeño tesoro, y los visitantes pueden conectar con la tradición más profunda de la tierra colorada. En paralelo, el Simposio ha sido un espacio vital para el debate y la reflexión. Un lugar donde se han desentrañado los secretos del folclore, las raíces y los ritmos que dan forma a la identidad del litoral, ampliando los horizontes de quienes buscan comprender la riqueza cultural de esta región.
A lo largo de los años el Festival ha sido testigos de grandes artistas como Ramón Ayala, el Chango Spasiuk y Luis Landriscina, entre otros. Todos ellos, al igual que los miles de músicos y bailarines que han pasado por su escenario, son parte de una historia compartida que sigue sumando capítulos.
Desde el 2008, ha adoptado su actual denominación: Festival de la Música del Litoral y del Mercosur, reflejando su apertura hacia el sur del continente, con una mirada integradora que celebra la diversidad de región. Más allá de ser una fiesta de la música, el festival es un símbolo se pertenencia, una manifestación viva de la identidad litoraleña, un espacio donde las generaciones se encuentran, celebran y preservan las tradiciones que los unen.
El Festival no es solo un evento; es un sentimiento, una historia viva, es una fiesta que año tras año llena de alegría las almas de quienes lo viven, lo sienten y lo disfrutan. En cada acorde, en cada danza, en cada palabra, se expresa el alma de una región, que sigue cantando enraizada en su historia, y proyectada hacia el futuro. Sin duda, una parte fundamental de nuestra historia, una fiesta popular que sigue latiendo con fuerza en la capital misionera.